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Su ex esposa denunció que había abusado de su hijo menor. La causa durmió durante 9 largos años en la Justicia de San Luis. Recién en el juicio oral pudo demostrar su inocencia y fue sobreseído. Mientras, en ese lapso no pudo ver a sus chicos. Hoy ese lazo profundo sigue en suspenso. Mientras tanto anhela el reencuentro lejos de cualquier rencor. LA HISTORIA DEL PAPÁ QUE FUE DESPOJADO DE SUS HIJOS POR UNA FALSA DENUNCIA AÚN SUEÑA CON RECONSTRUIR SU VÍNCULO
Monday, 18 Aug 2025 03:00 am
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“Mi momento favorito del día es cuando me voy a dormir. Porque sé que voy a soñar con mis hijos. En sueños vuelvo a estar con ellos, salimos a pasear, nos reímos como siempre y nos abrazamos. Hace 11 años que no los veo, pero en mis sueños volvemos a encontrarnos. Cuando me despierto vuelvo a la realidad y me da angustia. Pero son sueños muy reales, siento como si esos abrazos fueran verdaderos”, cuenta Alejandro Quinteros y sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas. Al mismo tiempo se aferra al pequeño portarretratos que sostiene una foto donde salen P. e I. sus hijos. El hombre tiene 49 años y es robusto en lo físico, pero cuando mira al horizonte y solloza, se nota que está vacío. Corría julio de 2014 cuando una odiosa, malvada y falsa denuncia le arrebató sus hijos hasta hoy. Nunca más volvió a ser feliz.

El hombre que (sobre) vive en Las Chacras fue denunciado hace 11 años por abuso sexual contra su hijo más pequeño, que por entonces tenía 7 años. Fue denunciado por M.G. su ex esposa y madre de los pequeños. En esa época llevaban pocos meses separados y si bien la relación no era la ideal, no había pasado nada grave entre ellos. La cuota alimentaria y el régimen de visitas se cumplía. Hasta que una mañana, al despertarse, Alejandro se desayunó con semejante denuncia en su contra.

Alejandro Quinteros.

Se desesperó, pensó lo peor y lo peor ocurrió. El juzgado de Familia hizo lo que habitualmente determina en estos casos: alejar al niño del supuesto abusador sin importar qué parentesco tiene cuando se trata de un abuso que ocurre en el seno familiar. Fue así como la Justicia le impuso a Quinteros una restricción de acercamiento y elevó todo al fuero penal. El drama fue que el expediente durmió más que la Bella Durmiente y nunca más despertó y así el papá fue sospechoso de abuso durante 9 largos años.

Esa determinación generó que no viera más a sus hijos. El arquitecto nacido en Laboulaye, Córdoba, pero radicado hace 30 años en San Luis respetó siempre los mandatos de la Justicia. Acudió al llamado a indagatoria y respondió todas las preguntas de la, por entonces, jueza de Instrucción Virginia Palacios. También se sometió a todos los peritajes psicológicos. Pero el tiempo fue pasando y él siguió sin ver a sus hijos.

Inexplicablemente la causa no caminaba. El sistema judicial puntano de tan lento se volvió perverso porque la causa no se movía. Mientras, el reloj seguía corriendo.

Por tratarse de una denuncia gravísima, el pequeño P. fue evaluado en Cámara Gesell y los psicólogos convocados por el Poder Judicial confeccionaron un informe que advirtió que el niño no presentaba señales de abuso. Nada.

Ese dictamen favoreció ampliamente a Quinteros. Sin embargo, el CD que contenía ese informe, llamativamente se perdió. Sospechosamente se extravió en algún recoveco del edificio de Tribunales. Toda la causa ya tenía un tufo pesado, extraño y maloliente.

El padre de los niños, fruto de la larga falta de contacto con sus hijos cayó en una depresión profunda. Por estar sospechado de abuso, perdió trabajos y su economía colapsó. Mientras, seguía sin saber nada de sus hijos.

Amalia Yelpo era su abogada, pero en la pandemia de Covid-19 se contagió y falleció. Quinteros iba de mal en peor porque, sin representante legal privado, Quinteros optó por un defensor oficial. Fue lo peor porque los letrados disponibles en el Poder Judicial le ofrecieron algo insólito: que aceptara un juicio abreviado que tenía como condición que aceptara las culpas. Era insólito y muy raro que su propia defensa le ofreciera que asumiera ser un abusador cuando jamás le hizo daño alguno a sus hijos.

Aún sumido en una depresión profunda Quinteros pudo contratar a Santiago Olivera Aguirre y aunque el paso del tiempo y la ausencia de sus hijos en su vida continuó, el juicio oral en 2023 trajo un trago de justicia. Extrañamente aquel CD que tenía dentro el informe de la Cámara Gesell a I. apareció y al constatarse que el pequeño no sufrió vejación alguna, Quinteros quedó sobreseído. Su nombre quedó limpio.

Pudo volver a trabajar como antes, pero sufrió otro sopapo impensado. Cuando la Justicia lo autorizó a reencontrarse con sus chicos en una audiencia conciliatoria, la madre de los niños y R.E.G, su actual pareja (abogado de profesión) no llevaron a los niños al encuentro. Los regalos y chocolates que Alejandro había llevado quedaron sin destinatarios.

“No ver a tus hijos por años es como estar muerto en vida”

En el mano a mano con El Chorrillero, Quinteros se mostró entero, pero a medida que desandó el relato revivió su pesadilla y en varios momentos se quebró. En sus lágrimas se reflejan la ausencia forzada de sus niños en su vida y él en la vida de sus hijos. Un vínculo interrumpido por la maldad y la mentira.

“Extraño muchísimo a mis niños. Solo quiero que me escuchen, charlar. Nunca les hice daño y tampoco ahora busco lastimarlos. Yo no odio a nadie, no le guardo rencor a ninguna persona. Solo sueño con encontrarme con mis hijos, pero desde el amor. Nada más”, cuenta Alejandro Quinteros en el comedor de su casa. Detrás del hombre hay tres portarretratos de manera. En uno están los chicos cuando eran pequeños. Y en los otros dos hay fotos actuales, con los niños convertidos en adolescentes. Las imágenes no pertenecen a Alejandro. Se las compartió un amigo y él las imprimió. Al mostrarlas, el hombre las mira con nostalgia. Le duele que esa larga brecha de la vida, el paso de niño a jovencito él no la vivió a la par de sus pibes.

Alejandro Quinteros.

“Jamás le hice daño a ninguno de mis hijos. Nunca. ¿Cómo voy a lastimar a los seres que más amo?. Todo comenzó cuando me separé de mi ex esposa. Fue por diferencias que muchísimas parejas tienen. No hubo cosas extrañas ni violencia. Nada. Acordamos la cuota alimentaria y aunque hubo un par de impedimentos de contacto, nada grave. Y jamás esperé la denuncia que me llegó poco después. De inmediato el juzgado de Familia me separó de mis hijos. Lo cual es normal. Lo increíble y devastador es que luego el fuero Penal demore 9 años para determinar que era inocente y mientras tanto nos arruinaron la vida. No solo mía, también la de mis hijos”, cuenta Quinteros.

“Siempre respeté lo que dijo la Justicia. Me sometí a las pericias, fui a la indagatoria. Cumplí con todo, estuve tranquilo porque jamás dañé a mi niño. Pero nunca pensé que el proceso llevaría tantos años. Y mucho menos las maniobras extrañas que padecí. ¿Cómo se va a perder un informe clave?. Imposible. ¡Y doy las gracias que nueve años después, mágicamente, apareció!. ¡No puede ser que el sistema judicial permita que una falsa denuncia te destruya la vida y la de dos niños!", reclama el hombre.

Aunque Quinteros rechazó ahondar en el detalle, es bueno subrayar que, tras la separación, M.G. -su ex esposa- formó pareja con un conocido abogado del fuero local llamado M.E.G, cuyo padre es un letrado de muy larga trayectoria.

No es que la profesión y experiencia de M.E.G. se presten para la suspicacia, pero es totalmente cierto que, poco más de una década atrás, ese profesional fue imputado en una escandalosa causa y hasta le dictaron prisión preventiva de la que luego zafó.

"La denuncia me arruinó la vida"

Quinteros, respaldado en un vaso de agua, siguió con su relato ante los micrófonos de El Chorrillero y ahondó en el impacto de ser señalado, de manera mentirosa, de haber vejado a su propio hijo.

“La denuncia es aberrante. Y me mató. Me arruinó la vida porque yo era muy pegote con los chicos, hacíamos todas las actividades juntos. Y de golpe se cortó absolutamente todo. Perdés el horizonte, se acaba tu principal motivación en la vida. Entré en un en una depresión total porque no los ves más y no podés revertir nada. Te da un estrés terrible y no sabes dónde estás, me cambió la vida por completo, pero para peor”, contó.

“El dolor que se siente es muy intenso. Siempre digo que no es un dolor cuantificable o cualificable. Es hasta difícil de calificar porque si vos te cortás un dedo el dolor está localizado. Pero la falta de tus hijos te atraviesa por completo, te llega el corazón y te parte al medio”, agregó Alejandro con sus ojos húmedos.

“En un punto vos esperas que la pesadilla se termine, pero sigue. Empecé a tener problemas de todo tipo. Primero mi estado de ánimo y luego en el trabajo, porque no podés ni pensar. Antes de esa denuncia, sinceramente, me estaba yendo muy bien. Y de golpe estás sospechado de abuso y no hay forma de ver ni de acercarte a tus hijos. Entonces no te dan fuerzas para seguir. Yo no tenía más ganas de ir a las obras ni de trabajar. Desde el inicio del infierno me defendí de esa acusación falsa. Siempre dije que era inocente y aunque eso quedó claro ahora en la Justicia, sigo sin ver a mis chicos”, destaca el arquitecto.

Una "investigación" espuria y 9 años como sospechoso

En otro tramo de la charla con El Chorrillero, Quinteros, acompañado por su abogado, Santiago Olivera Aguirre, relataron detalles del pésimo y extraño comportamiento de la Justicia para con su caso.

“Siempre que lo charlamos con mi abogado, no lo podemos creer. Fui 9 años sospechoso y la causa no avanzó nunca. Además, en la etapa de instrucción, directamente no hubo investigación. Es mi sensación. Tras la denuncia el fuero Familiar me separó de mis hijos. Bien, es una medida normal ante la sospecha. Yo lo respeté, el problema es que al pasar al ámbito Penal todo se detuvo y por años la causa estuvo congelada y yo sin ver a mis hijos y el vínculo que teníamos los tres quedó atrás. Nueve años tardó el proceso en la Justicia de San Luis para determinar que no fui ni soy un abusador. Que nunca abusé de mi hijo. Recién allí la Justicia me permitió verlos, tras ser sobreseído. No hubo prueba alguna de que yo cometí esa aberración. Solo los dichos de mi ex esposa. Solo sus declaraciones porque, incluso, los psicólogos de la faz privada que ella misma contrató para atender a mi hijo, afirmaron en el juicio oral que el pequeño no fue abusado. No presentó ningún rasgo de haber sido abusado. Eso se lo dijeron ellos tras atender a P. durante un largo tiempo. Ésa fue su conclusión. Cuando ellos, cada uno en su momento, le informaron a ella sobre esa situación, listo, ella los despedía y buscaba contratar a otro. Y el resultado siempre era el mismo. ‘Su hijo no fue abusado’. Hubo y hay una clara manipulación”, reflexionó Quinteros.

“Pasaron 9 años y recién allí la Justicia de San Luis me dijo ‘Ah, no, no eras ni sos un abusador’. En dos días determinaron que yo era inocente. ¡Pero habían pasado nueve años!. La única prueba contundente que tenía mágicamente la hicieron perder y después reapareció. Igual, antes tampoco hubo pruebas, solo las conjeturas de la madre. Solo sus elucubraciones”, afirmó.

Sufrí mil trabas para poder aclarar mi situación. Yo quería que se resolviera porque era y soy inocente, pero sobre todo porque al comprobarse mi inocencia, podría re encontrarme con mis hijos. Bueno, es algo que todavía no ocurre", contó.

 "Alejandro siempre estuvo disponible para la Justicia"

En otro segmento de la entrevista se sumó el abogado de Quinteros, Santiago Olivera Aguirre, quién contó cómo fueron los pasos previos y durante el juicio oral a los que derivo la falsa denuncia de M.G.

“Alejandro siempre se mantuvo a derecho. Fue un hombre que estuvo a disposición de la Justicia. Concurrió a todas las citaciones y se sometió a las pericias. Siempre tuvimos en cuenta que era inocente. Sin dudas a Alejandro le han arruinado la vida con esa falsa denuncia. Actualmente hay dos maneras de resarcir esto, una es de modo Civil y otra de la forma Penal. Pero desde todo punto de vista no hay forma en la que Alejandro pueda recuperar todos estos años perdidos en el vínculo con sus hijos. Los chicos también son víctimas. Es un tiempo que no recuperarán nunca más”, expresó Olivera Aguirre.

“La falsa denuncia hoy por hoy, tiene una pena casi gratuita te diría. Porque no llega ni al año de cárcel. Lamentablemente no debería ser gratuito mentirle al Estado y mucho menos perjudicar la vida de otros. Las penas por denunciar de forma falsa a otra persona deberían ser mayores. Mucho más si se trata de una denuncia mentirosa por abuso. Porque una cosa es mentir, hacer una falsa denuncia sobre el robo de un neumático o alguna cosa, pero una denuncia falsa de abuso en perjuicio de un niño es muy grave”, reflexionó el letrado.

“Alejandro no fue escuchado durante 9 años por la Justicia de San Luis. Siempre hubo una sola parte. Y mucho peor que le ofrecieran declararse culpable”, destacó el abogado.

Eso había ocurrido anteriormente, cuando los abogados estatales, los defensores de oficio le habían ofrecido a Quinteros aceptar un juicio abreviado no sin antes inculparse como abusador. “Le ofrecieron tres años de prisión en suspenso. Solo debía aceptar que abusó del niño e irse a su casa. Pero Alejandro lloró de impotencia ante ese ofrecimiento y no aceptó”, recordó con orgullo el letrado, sentado a la par de quién fue su defendido.

El 23 de mayo de 2023 se desarrolló el juicio oral y el tribunal presidido por José Luis Flores bajó el martillo y lo sobreseyó, un halo de esperanza alumbró a Quinteros. Si bien un tufillo pestilente perfumó toda la causa, la verdad se impuso y limpió el nombre y honor del hombre. Pero su alma sigue en pena por la lejanía que aún persiste entre él y la mente de sus niños. Porque el amor entre los tres parece estar ahí, perenne.

Dos encuentros fugaces y un sueño intacto

El momento más emotivo de la charla se dio cuando Alejandro Quinteros relató los dos instantes en los que, tras muchos años, pudo acercarse y cruzar pocas palabras con sus niños hoy ya adolescentes.

"Con el mayor me encontré de casualidad. Son esas cosas de Dios. Doy vuelta en una esquina y lo vi. Tomé coraje y me acerqué. Fue muy duro decirlo pero le dije ‘I. ¿te acordás de mí?. Yo soy tu papá, ¿te puedo dar un abrazo?’. Me dijo que si y en ese abrazo volví a sentir lo mismo que en aquellos momentos maravillosos. Lo recuerdo aún ahora mismo. Sí lo noté tenso. Le dije, "¿Te puedo dar un abrazo?" Sí, me dijo. Lo abracé y hasta el día de hoy lo recuerdo. Le dije que yo no los había abandonado y que lo único que quería era estar cerca de ellos y reconstruir eso tan hermoso que construimos. Estuvimos charlando un ratito y me contó que estaba estudiando y me pidió tiempo. Fue un momento muy lindo. Pero no lo he vuelto a ver", cuenta Alejandro y llora.

"Y luego fui a la cancha de un club de fútbol de la ciudad porque a P. le encanta y juega en las inferiores. Vi muchos partidos, siempre lo iba a ver pero jamás me había acercado. Recién lo hice cuando fui sobreseído. Vi el partido desde la tribuna y cuando terminó me acerqué. Al principio se asustó y volví a decirle esa frase fea pero necesaria. ‘¿Te acordás de mí?, soy tu papá’, le dije. ‘Si, yo sé…’, me respondió. ‘Yo no te he hecho nada P.  quiero que sepas eso. ¿Estás nervioso…querés que me vaya?’, le repregunté. ‘Si, mejor, porque me están viniendo a buscar y ya llegan’, me contestó con los ojos tristes. No quise incomodarlo más y me fui. Verlos, escucharlos fue hermoso, pero también angustiante porque no tuve más contacto y sigo bloqueado en sus redes. Igualmente sigo creyendo, confío en que algún día no muy lejano volveremos a estar juntos como antes. No me resignaré, son mis hijos", cerró Quinteros en pleno sollozo.